22 pues según la Ley, casi todas las cosas han de ser purificadas con
sangre, y sin efusión de sangre no hay remisión.
23 En consecuencia, es necesario, por una parte, que las figuras de las
realidades celestiales sean purificadas de esa manera; por otra parte,
que
también lo sean las realidades celestiales, pero con víctimas más excelentes
que aquéllas.
24 Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre,
en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo,
para
presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro,
25 y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el
Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena.
26 Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación
del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de
los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio.