10 Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les
aparecieron dos hombres vestidos de blanco
11 que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este
que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le
habéis
visto subir al cielo.»
12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los
Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.
13 Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían,
Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo;
Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago.
14 Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en
compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos.
15 Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los
hermanos - el número de los reunidos era de unos ciento veinte - y les dijo:
16 «Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el
Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que
fue guía de los que prendieron a Jesús.
17 Porque él era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este
ministerio.
18 Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y
cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus
entrañas. -
19 Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma
que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir: “Campo de
Sangre” -
20 Pues en el libro de los Salmos está escrito: = Quede su majada
desierta, y no haya quien habite en ella. = Y también: = Que otro reciba su
cargo. =
21 «Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con
nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros,
22 a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado,
uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección.»