10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le
sobrevino un éxtasis,
11 y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así
como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
12 Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra
y aves del cielo.
13 Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.»
14 Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada
profano e impuro.»
15 La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo
llames tú profano.»
16 Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue
elevada hacia el cielo.
17 Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que
había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después
de
preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta;
18 llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro.
19 Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: «Ahí
tienes unos hombres que te buscan.
20 Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he
enviado.»
21 Pedro bajó donde ellos y les dijo: «Yo soy el que buscáis; ¿por qué
motivo habéis venido?»
22 Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, hombre justo y
temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación
judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de
escuchar lo que tú digas.»
23 Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se
levantó y se fue con ellos; le acompañaron algunos hermanos de Joppe.
24 Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando.
Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos.
25 Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó
postrado a sus pies.
26 Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un
hombre.»
27 Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos.
28 Y les dijo: «Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío
juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mí me ha mostrado
Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre.
29 Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por
qué motivo me habéis enviado a llamar.»
30 Cornelio contestó: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo
haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de
mí un varón con vestidos resplandecientes,
31 y me dijo: “Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus
limosnas ante Dios;