18 y le vi a él que me decía: “Date prisa y marcha inmediatamente de
Jerusalén, pues no recibirán tu testimonio acerca de mí.”
19 Yo respondí: “Señor, ellos saben que yo andaba por las sinagogas
encarcelando y azotando a los que creían en ti;
20 y cuando se derramó la sangre de tu testigo Esteban, yo también
me hallaba presente, y estaba de acuerdo con los que le mataban y guardaba
sus vestidos.”
21 Y me dijo: “Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles”.»
22 Le estuvieron escuchando hasta estas palabras y entonces alzaron
sus voces diciendo: «¡Quita a ése de la tierra!; ¡no es justo que viva!»
23 Vociferaban, agitaban sus vestidos y arrojaban polvo al aire.
24 El tribuno mandó llevarlo dentro del cuartel y dijo que
lo
sometieran a los azotes para averiguar por qué motivo gritaban así contra
él.
25 Cuando le tenían estirado con las correas, dijo Pablo al centurión
que estaba allí: «¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin
haberle
juzgado?»
26 Al oír esto el centurión fue donde el tribuno y le dijo: «¿Qué vas a
hacer? Este hombre es ciudadano romano.»
27 Acudió el tribuno y le preguntó: «Dime, ¿eres ciudadano romano?»
- «Sí», respondió.
28 - «Yo, dijo el tribuno, conseguí esta ciudadanía por una fuerte
suma.» - «Pues yo, contestó Pablo, la tengo por nacimiento.»
29 Al momento se retiraron los que iban a darle tormento. El tribuno
temió al darse cuenta que le había encadenado siendo ciudadano romano.
30 Al día siguiente, queriendo averiguar con certeza de qué le
acusaban los judíos, le sacó de la cárcel y mandó que se reunieran
los
sumos sacerdotes y todo el Sanedrín; hizo bajar a Pablo y le puso ante ellos.