18 Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día
siguiente aligeraron la nave.
19 Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de
la nave.
20 Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos
sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba
desapareciendo.
21 Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en
medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais
escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado
este peligro y esta pérdida.
22 Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de
vuestras vidas se perderá; solamente la nave.
23 Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien
pertenezco y a quien doy culto,
24 y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el
César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que
navegan
contigo.”
25 Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal
como se me ha dicho.
26 Iremos a dar en alguna isla.»
27 Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el
Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la
proximidad de tierra.
28 Sondearon y hallaron veinte brazas; un poco más lejos sondearon
de nuevo y hallaron quince brazas.
29 Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos,
echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se
hiciese de día.