19 Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de
la nave.
20 Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos
sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba
desapareciendo.
21 Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en
medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais
escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado
este peligro y esta pérdida.
22 Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de
vuestras vidas se perderá; solamente la nave.
23 Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien
pertenezco y a quien doy culto,
24 y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el
César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que
navegan
contigo.”