Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Hechos 5, 1-24

1 Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira,
vendió una propiedad,

2 y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la
otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles.

3 Pedro le dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para
mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo?

4 ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías
disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos
has mentido a los hombres, sino a Dios.»

5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se
apoderó de cuantos lo oyeron.

6 Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar.

7 Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había
pasado.

8 Pedro le preguntó: «Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?» Ella
respondió: «Sí, en eso.»

9 Y Pedro le replicó: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner
a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los
que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti.»

10 Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la
hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.

11 Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos
oyeron esto.

12 Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y
prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el
pórtico de Salomón,

13 pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el
pueblo hablaba de ellos con elogio.

14 Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una
multitud de hombres y mujeres.

15 ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y
los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro,
siquiera su
sombra cubriese a alguno de ellos.

16 También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén
trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran
curados.

17 Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la
secta de los saduceos, y llenos de envidia,

18 echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública.
19 Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la

prisión, les sacó y les dijo:

20 «Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a
esta Vida.»


21 Obedecieron, y al amanecer entraron en el Templo y se pusieron a
enseñar. Llegó el Sumo Sacerdote con los suyos, convocaron el Sanedrín y
todo el Senado de los hijos de Israel, y enviaron a buscarlos a la cárcel.

22 Cuando llegaron allí los alguaciles, no los encontraron en la
prisión; y volvieron a darles cuenta

23 y les dijeron: «Hemos hallado la cárcel cuidadosamente cerrada y
los guardias firmes ante las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos
a nadie dentro.»

24 Cuando oyeron esto, tanto el jefe de la guardia del Templo como
los sumos sacerdotes se preguntaban perplejos qué podía significar aquello.