21 En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es
recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te
perdona ese pensamiento de tu corazón;
23 porque veo que tú estás en hiel de amargura y en ataduras de
iniquidad.»
24 Simón respondió: «Rogad vosotros al Señor por mí, para que no
venga sobre mí ninguna de esas cosas que habéis dicho.»
25 Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la
Palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos
samaritanos.
26 El Ángel del Señor habló a Felipe diciendo: «Levántate y marcha
hacia el mediodía por el camino que baja de Jerusalén a Gaza. Es desierto.»
27 Se levantó y partió. Y he aquí que un etíope eunuco,
alto
funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos
sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalén,
28 regresaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro.»
30 Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le
dijo:
«¿Entiendes lo que vas leyendo?»
31 El contestó: «¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?»
Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él.
32 El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: = «Fue llevado
como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo
trasquila, así él no abre la boca. =
33 = En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar
su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.» =
34 El eunuco preguntó a Felipe: «Te ruego me digas de quién dice
esto el profeta: ¿de sí mismo o de otro?»
35 Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a
anunciarle la Buena Nueva de Jesús.