7 pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando
grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados.
8 Y hubo una gran alegría en aquella ciudad.
9 En la ciudad había ya de tiempo atrás un hombre llamado Simón que
practicaba la magia y tenía atónito al pueblo de Samaria y decía que él era
algo grande.
10 Y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y
decían: «Este es la Potencia de Dios llamada la Grande.»
11 Le prestaban atención porque les había tenido atónitos por mucho
tiempo con sus artes mágicas.
12 Pero cuando creyeron a Felipe que anunciaba la Buena Nueva del
Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, empezaron a bautizarse hombres y
mujeres.
13 Hasta el mismo Simón creyó y, una vez bautizado, no se apartaba
de Felipe; y estaba atónito al ver las señales y grandes milagros
que se
realizaban.
14 Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria
había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
15 Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu
Santo;
16 pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos;
únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
17 Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
18 Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los
apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero diciendo:
19 «Dadme a mí también este poder para que reciba el Espíritu Santo
aquel a quien yo imponga las manos.»
20 Pedro le contestó: «Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues
has pensado que el don de Dios se compra con dinero.
21 En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es
recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te
perdona ese pensamiento de tu corazón;
23 porque veo que tú estás en hiel de amargura y en ataduras de
iniquidad.»
24 Simón respondió: «Rogad vosotros al Señor por mí, para que no
venga sobre mí ninguna de esas cosas que habéis dicho.»
25 Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la
Palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos
samaritanos.
26 El Ángel del Señor habló a Felipe diciendo: «Levántate y marcha
hacia el mediodía por el camino que baja de Jerusalén a Gaza. Es desierto.»
27 Se levantó y partió. Y he aquí que un etíope eunuco,
alto
funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos
sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalén,
28 regresaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.