Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Isaías 1, 2-31

2 Oíd, cielos, escucha, tierra, que habla Yahveh; «Hijos crié y saqué
adelante, y ellos se rebelaron contra mí.

3 Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no
conoce, mi pueblo no discierne.»

4 ¡Ay, gente pecadora, pueblo tarado de culpa. semilla de malvados,
hijos de perdición! Han dejado a Yahveh, han despreciado al Santo de
Israel, se han vuelto de espaldas.

5 ¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está
enferma, toda entraña doliente.

6 De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana:
golpes,
magulladuras y heridas frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con
aceite.

7 Vuestra tierra es desolación, vuestras ciudades, hogueras de fuego;
vuestro suelo delante de vosotros extranjeros se lo comen, y es una
desolación como devastación de extranjeros.

8 Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue
en pepinar, como ciudad sitiada.

9 De no habernos dejado Yahveh Sebaot un residuo minúsculo, como
Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos.

10 Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma. Escuchad una
instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.

11 «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? - dice Yahveh -. Harto estoy
de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de
novillos y
machos cabríos no me agrada,

12 cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de
vosotros esa pateadura de mis atrios?

13 No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta
detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero
falsedad y
solemnidad.

14 Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han
resultado un gravamen que me cuesta llevar.

15 Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no
veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de
sangre llenas:

16 lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista,
desistid de hacer el mal,

17 aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al
oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda.

18 Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros
pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como
el carmesí, cual la lana quedarán.


19 Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis.

20 Pero si rehusando os oponéis, por la espada seréis devorados, que
ha hablado la boca de Yahveh.

21 ¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal! Sión llena estaba de
equidad, justicia se albergaba en ella, pero ahora, asesinos.

22 Tu plata se ha hecho escoria. Tu bebida se ha aguado.

23 Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el
soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la
viuda no llega hasta ellos.

24 Por eso - oráculo del Señor Yahveh Sebaot, el Fuerte de Israel -:

¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios, voy a vengarme de mis
enemigos.

25 Voy a volver mi mano contra ti y purificaré al crisol tu
escoria,
hasta quitar toda tu ganga.

26 Voy a volver a tus jueces como eran al principio, y a tus consejeros
como antaño. Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, Villa-leal.

27 Sión por la equidad será rescatada, y sus cautivos por la justicia.

28 Padecerán quebranto rebeldes y pecadores a una, y los desertores
de Yahveh se acabarán.

29 Porque os avergonzaréis de las encinas que anhelabais, y os
afrentaréis de los jardines que preferíais.

30 Porque seréis como encina que se le cae la hoja, y como jardín que
a falta de agua está.

31 El hombre fuerte se volverá estopa, y su trabajo, chispa: arderán
ambos a una, y no habrá quien apague.