5 será establecido sobre la piedad el trono, y se sentará en él con
lealtad - en la tienda de David - un juez que busque el derecho, y sea presto
a la justicia.
6 Hemos oído la arrogancia de Moab: ¡una gran arrogancia! Su
altanería, su arrogancia y su furor y sus bravatas sin fuerza.
7 Por eso, que ulule Moab por Moab; ulule todo él. Por los panes de
uvas de Quir Jaréset gimen: «¡Ay, abatidos!»
8 Pues la campiña de Jesbón se ha marchitado, el viñedo de Sibmá,
cuyas cepas majaron los señores de las gentes. Hasta Yazer alcanzaban, se
perdían por el desierto, sus frondas se extendían, pasaban la mar.
9 Por eso voy a llorar como llora Yazer, viña de Sibmá. Te regaré con
mis lágrimas, Jesbón y Elalé, porque sobre tu cosecha y sobre tu segada se
ha extinguido el clamor,
10 y se retira del vergel alegría y alborozo, y en las viñas no se lanzan
cantos de júbilo, ni gritos. Vino en los lagares no pisa el pisador: el clamor
ha cesado.
11 Por eso mis entrañas por Moab como el arpa resuenan, y mi
interior por Quir Jeres.
12 Luego, cuando vea Moab que se cansa sobre el alto, entrará a su
santuario a orar, pero nada podrá.