12 Llamaba el Señor Yahveh Sebaot aquel día a lloro y a lamento y a
raparse y ceñirse de sayal,
13 mas lo que hubo fue jolgorio y alegría, matanza de bueyes y
degüello de ovejas, comer carne y beber vino: «¡Comamos y bebamos, que
mañana moriremos!»
14 Entonces me reveló al oído Yahveh Sebaot: «No será expiada esa
culpa hasta que muráis» - ha dicho el Señor Yahveh Sebaot -.
15 Así dice el Señor Yahveh Sebaot: Preséntate al mayordomo, a
Sebná, encargado del palacio,
16 el que labra en alto su tumba, el que se talla en la peña una morada:
«¿Qué es tuyo aquí y a quién tienes aquí, que te has labrado aquí
una
tumba?»
17 He aquí que Yahveh te hace rebotar, hombre, y te vuelve a agarrar.
18 Te enrolla en ovillo, como una pelota en tierra de amplios espacios.
Allí morirás, y allí irán tus carrozas gloriosas, vergüenza del palacio de tu
señor.
19 Te empujaré de tu peana y de tu pedestal te apearé.
20 Aquel día llamaré a mi siervo Elyaquim, hijo de Jilquías.
21 Le revestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad
pondré en su mano, y será él un padre para los habitantes de
Jerusalén y
para la casa de Judá.
22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y
nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.