11 Concebiréis forraje, pariréis paja, y mi soplo como fuego os
devorará;
12 los pueblos serán calcinados, espinos cercenados que en fuego
arderán.
13 Oíd, los alejados, lo que he hecho; enteraos, los cercanos, de mi
fuerza.»
14 Se espantaron en Sión los pecadores, sobrecogió el temblor a los
impíos: ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿quién
de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?
15 El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa
ganancias fraudulentas, el que se sacude la palma de la mano para no
aceptar soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de
sangre, y
cierra sus ojos para no ver el mal.
16 Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las
peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura.
17 Tus ojos contemplarán un rey en su belleza, verán una tierra
dilatada.
18 Tu corazón musitará con sobresalto: «¿Dónde está el que contaba,
dónde el que pesaba, dónde el que contaba torres?»
19 Y no verás al pueblo audaz, pueblo de lenguaje oscuro,
incomprensible, al bárbaro cuya lengua no se entiende.
20 Contempla a Sión, villa de nuestras solemnidades: tus ojos verán a
Jerusalén, albergue fijo, tienda sin trashumancia, cuyas clavijas no
serán
removidas nunca y cuyas cuerdas no serán rotas.