8 La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre.
9 Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz
poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las
ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.»