3 Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He
puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu lugar
4 dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo.
Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida.
5 No temas, que yo estoy contigo; desde Oriente haré volver tu raza, y
desde Poniente te reuniré.
6 Diré al Norte: “Dámelos”; y al Sur: “No los retengas”, Traeré a mis
hijos de lejos, y a mis hijas de los confines de la tierra;
7 a todos los que se llamen por mi nombre, a los que para mi gloria
creé, plasmé e hice.»
8 Haced salir al pueblo ciego, aunque tiene ojos, y sordo, aunque tiene
orejas.
9 Congréguense todas las gentes y reúnanse los pueblos. ¿Quién de
entre ellos anuncia eso, y desde antiguo nos lo hace oír? Aduzcan
sus
testigos, y que se justifiquen; que se oiga para que se pueda
decir: «Es
verdad.»
10 Vosotros sois mis testigos - oráculo de Yahveh - y mi siervo a
quien elegí, para que me conozcáis y me creáis a mí mismo, y entendáis que
yo soy: Antes de mí no fue formado otro dios, ni después de mí lo habrá.
11 Yo, yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay salvador.
12 Yo lo he anunciado, he salvado y lo he hecho saber, y no hay entre
vosotros ningún extraño. Vosotros sois mis testigos - oráculo de Yahveh - y
yo soy Dios;
13 yo lo soy desde siempre, y no hay quien libre de mi mano. Yo lo
tracé, y ¿quién lo revocará?