6 Así dice Yahveh el rey de Israel, y su redentor, Yahveh Sebaot: «Yo
soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios.
7 ¿Quién como yo? Que se levante y hable. Que lo anuncie y
argumente contra mí; desde que fundé un pueblo eterno, cuanto sucede, que
lo diga, y las cosas del futuro, que las revele.
8 No tembléis ni temáis; ¿no lo he dicho y anunciado desde hace
tiempo? Vosotros sois testigos; ¿hay otro dios fuera de mí? ¡No hay
otra
Roca, yo no la conozco!»
9 ¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus
obras más estimadas; sus testigos nada ven y nada saben, y por eso
quedarán abochornados.
10 ¿Quién modela un dios o funde un ídolo, sin esperar una ganancia?
11 Mas ved que todos sus devotos quedarán abochornados y sus
artífices, que no son más que hombres; se reunirán todos y comparecerán;
y todos temblarán avergonzados.
12 El forjador trabaja con los brazos, configura a golpe de martillo,
ejecuta su obra a fuerza de brazo; pasa hambre y se extenúa; no bebe agua
y queda agotado.
13 El escultor tallista toma la medida, hace un diseño con el lápiz,
trabaja con la gubia, diseña a compás de puntos y le da figura
varonil y
belleza humana, para que habite en un templo.
14 Taló un cedro para sí, o tomó un roble, o una encima y los
dejó
hacerse grandes entre los árboles del bosque; o plantó un cedro
que la
lluvia hizo crecer.
15 Sirven ellos para que la gente haga fuego. Echan mano de ellos
para calentarse. O encienden lumbre para cocer pan. O hacen un dios,
al
que se adora, un ídolo para inclinarse ante él.
16 Quema uno la mitad y sobre las brasas asa carne y come el asado
hasta hartarse. También se calienta y dice: «¡ Ah! ¡me caliento
mientras
contemplo el resplandor!»
17 Y con el resto hace un dios, su ídolo, ante el que se inclina, le adora
y le suplica, diciendo: «¡Sálvame, pues tú eres mi dios!»
18 No saben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón
no comprende.
19 No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento para decirse:
«He quemado una mitad, he cocido pan sobre las brasas; he asado carne y
la he comido; y ¡voy a hacer con lo restante algo abominable! ¡voy
a
inclinarme ante un trozo de madera!
20 A quien se apega a la ceniza, su corazón engañado le extravía. No
salvará su vida. Nunca dirá: «¿Acaso lo que tengo en la
mano es
engañoso?»