1 Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babel! ¡Siéntate en tierra,
destronada, hija de los caldeos! Ya no se te volverá a llamar la
dulce, la
exquisita.
2 Toma el molino y muele la harina. Despójate de tu velo, descubre la
cola de tu vestido, desnuda tus piernas y vadea los ríos.
3 Descubre tu desnudez y se vean tus vergüenzas. Voy a vengarme y
nadie intervendrá.
4 Nuestro redentor, cuyo nombre es Yahveh Sebaot, el Santo de Israel,
dice:
5 Siéntate en silencio y entra en la tiniebla, hija de los caldeos, que ya
no se te volverá a llamar señora de reinos.
6 Irritado estaba yo contra mi pueblo, había profanado mi heredad y
en tus manos los había entregado; pero tú no tuviste piedad de ellos; hiciste
caer pesadamente tu yugo sobre el anciano.
7 Tú decías: «Seré por siempre la señora eterna.» No has meditado
esto en tu corazón no te has acordado de su fin.