9 ¡Despierta, despierta, revístete de poderío, oh brazo de Yahveh!
¡Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas!
¿No
eres tú el que partió a Ráhab, el que atravesó al Dragón?
10 ¿No eres tú el que secó la Mar, las aguas del gran Océano, el que
trocó las honduras del mar en camino para que pasasen los rescatados?
11 Los redimidos de Yahveh volverán, entrarán en Sión entre
aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría
les acompañarán! ¡Adiós, el penar y suspiros!
12 Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú, que tienes miedo del
mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?
13 Olvidas a Yahveh, tu hacedor, el que extendió los cielos y cimentó
la tierra; y te estás despavorido todo a lo largo del día ante la
furia del
opresor, en cuanto se aplica a destruir. Pues ¿dónde está esa furia
del
opresor?
14 Pronto saldrá libre el que está en la cárcel, no morirá en la hoya, no
le faltará el pan.
15 Yo soy Yahveh tu Dios, que agito el mar y hago bramar sus olas;
Yahveh Sebaot es mi nombre.
16 Yo he puesto mis palabras en tu boca y te he escondido a la sombra
de mi mano, cuando extendía los cielos y cimentaba la tierra,
diciendo a
Sión: «Mi pueblo eres tú.»
17 ¡Despierta, despierta! ¡Levántate, Jerusalén! Tú, que has bebido de
mano de Yahveh la copa de su ira. El cáliz del vértigo has bebido
hasta
vaciarlo.
18 No hay quien la guíe de entre todos los hijos que ha dado a luz, no
hay quien la tome de la mano de entre todos los hijos que ha criado.
19 Estas dos cosas te han acaecido - ¿quién te conduele? - saqueo y
quebranto, hambre y espada - ¿quién te consuela? -
20 Tus hijos desfallecen, yacen, en la esquina de todas las calles como
antílope en la red, llenos de la ira de Yahveh, de la amenaza de tu Dios.