2 Dichoso el mortal que tal haga, el hombre que persevere en ello,
guardándose de profanar el sábado, guardando su mano de hacer nada
malo.
3 Que el extranjero que se adhiera a Yahveh, no diga: «¡De cierto que
Yahveh me separará de su pueblo!» No diga el eunuco: «Soy un árbol
seco.»
4 Pues así dice Yahveh: Respecto a los eunucos que guardan mis
sábados y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi
alianza,
5 yo he de darles en mi Casa y en mis muros monumento y nombre
mejor que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado.
6 En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio,
para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que
guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en
mi
alianza,
7 yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración.
Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi
Casa
será llamada Casa de oración para todos los pueblos.
8 Oráculo del Señor Yahveh que reúne a los dispersos de Israel. A los
ya reunidos todavía añadiré otros.
9 Bestias todas del campo, venid a comer, bestias todas del bosque.