4 Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que
clamaban, y la Casa se llenó de humo.
5 Y dije: «¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios
impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey
Yahveh
Sebaot han visto mis ojos!»