11 Abiertas estarán tus puertas de continuo; ni de día ni de noche se
cerrarán, para dejar entrar a ti las riquezas de las naciones, traídas por sus
reyes.
12 Pues la nación y el reino que no se sometan a ti perecerán,
esas
naciones serán arruinadas por completo.
13 La gloria del Líbano vendrá a ti, el ciprés, el olmo y el boj a una, a
embellecer mi Lugar Santo y honrar el lugar donde mis pies reposan.
14 Acudirán a ti encorvados los hijos de los que te humillaban, se
postrarán a tus pies todos los que te menospreciaban, y te llamarán
la
Ciudad de Yahveh, la Sión del Santo de Israel.
15 En vez de estar tú abandonada, aborrecida y sin viandantes, yo te
convertiré en lozanía eterna, gozo de siglos y siglos.
16 Te nutrirás con la leche de las naciones, con las riquezas de
los
reyes serás amamantada, y sabrás que yo soy Yahveh tu Salvador, y el que
rescata, el Fuerte de Jacob.
17 En vez de bronce traeré oro, en vez de hierro traeré plata, en vez de
madera, bronce, y en vez de piedras, hierro. Te pondré como gobernantes la
Paz, y por gobierno la Justicia.
18 No se oirá más hablar de violencia en tu tierra, ni de despojo
o
quebranto en tus fronteras, antes llamarás a tus murallas «Salvación» y a tus
puertas «Alabanza».
19 No será para ti ya nunca más el sol luz del día, ni el resplandor de
la luna te alumbrará de noche, sino que tendrás a Yahveh por luz eterna, y a
tu Dios por tu hermosura.
20 No se pondrá jamás tu sol, ni tu luna menguará, pues Yahveh será
para ti luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto.
21 Todos los de tu pueblo serán justos, para siempre heredarán la
tierra; retoño de mis plantaciones, obra de mis manos para manifestar
mi
gloria.
22 El más pequeño vendrá a ser un millar, el más chiquito, una nación
poderosa. Yo, Yahveh, a su tiempo me apresuraré a cumplirlo.