3 - El lagar he pisado yo solo; de mi pueblo no hubo nadie conmigo.
Los pisé con ira, los pateé con furia, y salpicó su sangre mis vestidos, y toda
mi vestimenta he manchado.
4 ¡Era el día de la venganza que tenía pensada, el año de mi desquite
era llegado!
5 Miré bien y no había auxiliador; me asombré de que no hubiera
quien apoyase. Así que me salvó mi propio brazo, y fue mi furia la que me
sostuvo.
6 Pisoteé a pueblos en mi ira, los pise con furia e hice correr por tierra
su sangre.
7 Las misericordias de Yahveh quiero recordar, las alabanzas de
Yahveh, por todo lo que nos ha premiado Yahveh, por la gran bondad para
la casa de Israel, que tuvo con nosotros en su misericordia, y por
la
abundancia de sus bondades.
8 Dijo él: «De cierto que ellos son mi pueblo, hijos que
no
engañarán.» Y fue él su Salvador
9 en todas sus angustias. No fue un mensajero ni un ángel: él mismo
en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó
y los llevó todos los días desde siempre.
10 Mas ellos se rebelaron y contristaron a su Espíritu santo, y él
se
convirtió en su enemigo, guerreó contra ellos.
11 Entonces se acordó de los días antiguos, de Moisés su siervo.
¿Dónde está el que los sacó de la mar, el pastor de su rebaño? ¿Dónde el
que puso en él su Espíritu santo,
12 el que hizo que su brazo fuerte marchase al lado de Moisés, el que
hendió las aguas ante ellos para hacerse un nombre eterno,
13 el que les hizo andar por los abismos como un caballo por el
desierto, sin que tropezaran,
14 cual ganado que desciende al valle? El Espíritu de Yahveh los llevó
a descansar. Así guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso.
15 observa desde los cielos y ve desde tu aposento santo y glorioso.
¿Dónde está tu celo y tu fuerza, la conmoción de tus entrañas? ¿Es que tus
entrañas se han cerrado para mí?
16 Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce, ni Israel
nos recuerda. Tú, Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es «El que
nos
rescata» desde siempre.