9 Y me dijo Yahveh: Se ha descubierto una conjura entre los hombres
de Judá y entre los habitantes de Jerusalén.
10 Han reincidido en las culpas de sus mayores, que rehusaron
escuchar mis palabras: se han ido en pos de otros dioses para servirles; han
violado la casa de Israel y la casa de Judá mi alianza, que pacté
con sus
padres.
11 Por ende, así dice Yahveh: He aquí que yo les traigo una desgracia
a la que no podrán hurtarse; y aunque se me quejaren, no les oiré.
12 ¡Que vayan las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y
que se quejen a los dioses a quienes inciensan!, que lo que es salvarles, no
les salvarán al tiempo de su desgracia.
13 Pues cuantas son tus ciudades, otros tantos son tus dioses, Judá; y
cuantas calles cuenta Jerusalén, otros tantos altares a la Vergüenza,
otros
tantos altares hay de Baal.
14 En cuanto a ti, no pidas por este pueblo, ni eleves por ellos plegaria
ni oración, porque no he de oír cuando clamen a mí por su desgracia.
15 ¿Qué hace mi amada en mi Casa?; su obrar ¿no es pura doblez?
¿Es que los votos y la carne consagrada harán pasar de ti tu
desgracia?
Entonces sí que te regocijarías.
16 «Olivo frondoso, lozano, de fruto hermoso» te había puesto
Yahveh por nombre. Pero con gran estrépito le ha prendido fuego, y se han
quemado sus guías.
17 Yahveh Sebaot, que te plantó, te ha sentenciado, dada la maldad
que ha cometido la casa de Israel y la casa de Judá, exasperándome
por
incensar a Baal.
18 Yahveh me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me
descubriste, Yahveh, sus maquinaciones.
19 Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin
saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su
vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva
a
mentarse.»
20 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el
corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he
manifestado mi
causa.