2 Judá está de luto, y sus ciudades lánguidas: están sórdidas de tierra,
y sube el alarido de Jerusalén.
3 Sus nobles mandaban a los pequeños por agua: llegaban a los aljibes
y no la encontraban; volvían con sus cántaros vacíos. Quedaban
confundidos y avergonzados y se cubrían la cabeza.
4 El suelo está consternado por no haber lluvia en la tierra. Confusos
andan los labriegos, se han cubierto la cabeza.
5 Hasta la cierva en el campo parió y abandonó, porque no había
césped.
6 Los onagros se paraban sobre los calveros, aspiraban el aire como
chacales, tenían los ojos consumidos por falta de hierba.
7 Aunque nuestras culpas atesten contra nosotros, Yahveh, obra por
amor de tu Nombre. Cierto, son muchas nuestras apostasías, contra ti hemos
pecado.
8 ¡Oh esperanza de Israel, Yahveh, Salvador suyo en tiempo de
angustia! ¿Por qué has de ser cual forastero en la tierra, o cual viajero que
se tumba para hacer noche?
9 ¿Por qué has de ser como un pasmado, como un valiente incapaz de
ayudar? Pues tú estás entre nosotros, Yahveh, y por tu Nombre se nos
llama, ¡no te deshagas de nosotros!
10 Así dice Yahveh de este pueblo: ¡Cómo les gusta vagabundear!, no
contienen sus pies. Pero Yahveh no se complace en ellos: ahora se
va a
acordar de su culpa y a castigar su pecado.