12 Pasmaos, cielos, de ello, erizaos y cobrad gran espanto - oráculo de
Yahveh -.
13 Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de
aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua
no
retienen.
14 ¿Es un esclavo Israel, o nació siervo? Pues ¿cómo es que ha
servido de botín?
15 Contra él rugieron leoncillos, dieron voces y dejaron su país hecho
una desolación, sus ciudades incendiadas, sin habitantes.
16 Hasta los hijos de Nof y de Tafnis te han rapado el cráneo.
17 ¿No te ha sucedido esto por haber dejado a Yahveh tu Dios cuando
te guiaba en tu camino?
18 Y entonces, ¿qué cuenta te tiene encaminarte a Egipto para beber
las aguas del Nilo?, o ¿qué cuenta te tiene encaminarte a Asur para beber
las aguas del Río?
19 Que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten;
reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahveh tu Dios y
no temblar ante mí - oráculo del Señor Yahveh Sebaot -.
20 Oh tú, que rompiste desde siempre el yugo y, sacudiendo las
coyundas, decías: «¡No serviré!», tú, que sobre todo otero prominente
y
bajo todo árbol frondoso estabas yaciendo, prostituta.
21 Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente
legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?
22 Porque, así te blanquees con salitre y te des cantidad de lejía, se te
nota la culpa en mi presencia - oráculo del Señor Yahveh -.
23 Cómo dices: «No estoy manchada; en pos de los Baales no
anduve?» ¡Mira tu rastro en el Valle! Reconoce lo que has hecho, camellita
liviana que trenza sus derroteros,
24 irrumpe en el desierto y en puro celo se bebe los vientos: su estro,
¿quién lo calmará? Cualquiera que la busca la topa, ¡bien acompañada
la
encuentra!
25 Guarda tu pie de la descalcez y tu garganta de la sed. Pero tú dices:
«No hay remedio: a mí me gustan los extranjeros, y tras ellos he de ir.»
26 Cual se avergüenza el ladrón cuando es sorprendido, así se ha
avergonzado la casa de Israel: ellos, sus reyes, sus jefes, sus
sacerdotes y
sus profetas,
27 los que dicen al madero: «Mi padre eres tú», y a la piedra: «Tú me
diste a luz.» Tras de volverme la espalda, que no la cara, al tiempo de su
mal dice: «¡Levántate y sálvanos!»
28 Pues ¿dónde están tus dioses, los que tú mismo te hiciste? ¡Que se
levanten ellos, a ver si te salvan en tiempo de desgracia! Pues cuantas son
tus ciudades, otros tantos son tus dioses, Judá; (y cuantas calles
cuenta
Jerusalén, otros tantos altares hay de Baal).
29 ¿Por qué os querelláis conmigo, si todos vosotros os habéis
rebelado contra mí? - oráculo de Yahveh -.
30 En vano golpeé a vuestros hijos, pues no aprendieron. Ha devorado
vuestra espada a vuestos profetas, como el león cuando estraga.