19 Que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten;
reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahveh tu Dios y
no temblar ante mí - oráculo del Señor Yahveh Sebaot -.
20 Oh tú, que rompiste desde siempre el yugo y, sacudiendo las
coyundas, decías: «¡No serviré!», tú, que sobre todo otero prominente
y
bajo todo árbol frondoso estabas yaciendo, prostituta.
21 Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente
legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?
22 Porque, así te blanquees con salitre y te des cantidad de lejía, se te
nota la culpa en mi presencia - oráculo del Señor Yahveh -.
23 Cómo dices: «No estoy manchada; en pos de los Baales no
anduve?» ¡Mira tu rastro en el Valle! Reconoce lo que has hecho, camellita
liviana que trenza sus derroteros,
24 irrumpe en el desierto y en puro celo se bebe los vientos: su estro,
¿quién lo calmará? Cualquiera que la busca la topa, ¡bien acompañada
la
encuentra!