4 Porque así dice Yahveh: «He aquí que yo te convierto en terror para
ti mismo y para todos tus allegados, los cuales caerán por la espada de sus
enemigos, y tus ojos lo estarán viendo. Y asimismo a todo Judá entregaré en
manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia y los acuchillará.
5 Y entregaré todas las reservas de esta ciudad y todo lo atesorado,
todas sus preciosidades y todos los tesoros de los reyes de Judá, en manos
de sus enemigos que los pillarán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia.
6 En cuanto a ti, Pasjur, y todos los moradores de tu casa, iréis
al
cautiverio. En Babilonia entrarás, allí morirás y allí mismo serás sepultado
tú y todos tus allegados a quienes has profetizado en falso.»
7 Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me
has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban.
8 Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar:
«¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa
cotidiana.
9 Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.»
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en
mis
huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.
10 Escuchaba las calumnias de la turba: «¡Terror por
doquier!,
¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba
estaban acechando un traspiés mío: «¡A ver si se distrae, y le podremos, y
tomaremos venganza de él!»