6 Pues así dice Yahveh respecto a la casa real de Judá: Galaad eras tú
para mí, cumbre del Líbano: pero ¡vaya si te trocaré en desierto, en
ciudades deshabitadas!
7 Voy a consagrar contra ti a quienes te destruyan: ¡cada uno a sus
hachas! Talarán lo selecto de tus cedros, y lo arrojarán al fuego.
8 Muchas gentes pasarán a la vera de esta ciudad y dirán cada cual a
su prójimo: «¿Por qué ha hecho Yahveh semejante cosa a esta gran
ciudad?»
9 Y les dirán: «Es porque dejaron la alianza de su Dios Yahveh, y
adoraron a otros dioses y les sirvieron.»
10 No lloréis al muerto ni plañáis por él: llorad, llorad por el que se
va, porque jamás volverá ni verá su patria.
11 Pues así dice Yahveh respecto a Sallum, hijo de Josías, rey de Judá
y sucesor de su padre Josías en el reino, el cual salió de este lugar: «No
volverá más aquí,
12 sino que en el lugar a donde le deportaron, allí mismo morirá, y no
verá jamás este país.»
13 ¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus pisos sin derecho! De
su prójimo se sirve de balde y su trabajo no le paga.
14 El que dice: «Voy a edificarme una casa espaciosa y pisos
ventilados», y le abre sus correspondientes ventanas; pone paneles de cedro
y los pinta de rojo.
15 ¿Serás acaso rey porque seas un apasionado del cedro? Tu padre,
¿no comía y bebía? - «También hizo justicia y equidad.» - Pues mejor para
él.
16 «- Juzgó la causa del cuitado y del pobrecillo.» - Pues mejor. ¿No
es esto conocerme? - oráculo de Yahveh -.
17 Pero tus ojos y tu corazón no están más que a tu granjería, - ¡Y a la
sangre inocente! - Para verterla. - ¡Y al atropello y al entuerto! - Para hacer
tú lo propio.