9 y les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel, a quien me habéis
enviado en demanda de su favor:
10 Si os quedáis a vivir en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré,
os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho.
11 No temáis al rey de Babilonia, que tanto os asusta: no temáis nada
de él - oráculo de Yahveh - que con vosotros estoy yo para
salvaros y
libraros de su mano.
12 Haré que se os tenga compasión y él os la tendrá y os devolverá a
vuestro suelo.
13 Pero si decís vosotros: “No nos quedamos en este país”, desoyendo
así la voz de vuestro Dios Yahveh,
14 diciendo: “No, sino que al país de Egipto iremos, donde no veamos
guerra, ni oigamos toque de cuerno, ni tengamos hambre de pan, y allí nos
quedaremos”;
15 ¡pues bien! en ese caso, oíd la palabra de Yahveh, oh resto de Judá.
Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Si vosotros enderezáis rumbo a
Egipto, y entráis como refugiados allí,
16 entonces la espada que teméis os alcanzará allí en Egipto, y el
hambre que receláis, allá os irá pisando los talones; y allí, en Egipto mismo,
moriréis.
17 Así sucederá que todos los que enderecen rumbo a Egipto como
refugiados morirán por la espada, por el hambre y por la peste, y
no les
quedará superviviente ni evadido del daño que yo traiga sobre ellos.
18 Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Como se vertió
mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así se verterá mi cólera
contra vosotros como entréis en Egipto, y seréis tema de imprecación
y
asombro, de maldición y oprobio, y no veréis más este lugar.
19 Ha dicho Yahveh respecto a vosotros, resto de Judá: “No entréis en
Egipto.” Podéis estar seguros que os lo he avisado hoy,
20 que os estáis engañando a vosotros mismos, pues que vosotros me
habéis enviado a vuestro Dios Yahveh diciendo: “Ruega por nosotros a
nuestro Dios Yahveh, y cuanto diga nuestro Dios Yahveh nos lo declaras,
que lo haremos.”
21 Yo os lo he declarado hoy, pero no hacéis caso de vuestro Dios
Yahveh en nada de cuanto me ha enviado a deciros.
22 Ahora, pues, podéis estar seguros de que por la espada, el hambre y
la peste moriréis en aquel lugar adonde deseáis refugiaros.»