18 ¡Por vida mía! - oráculo del Rey cuyo nombre es Yahveh Sebaot -
que cual el Tabor entre los montes, y como el Carmelo sobre el mar ha de
venir.
19 Avíos de destierro haz para ti, población, hija de Egipto, porque
Nof parará en desolación, y quedará arrasada sin habitantes.
20 Novilla hermosísima era Egipto: un tábano del norte vino sobre
ella.
21 Asimismo sus mercenarios que había en ella eran como novillos de
engorde. Pues también ellos volvieron la cara, huyeron a una, sin pararse,
cuando el día de su infortunio les sobrevino, el tiempo de su castigo.
22 Una voz emite como de serpiente que silba, mientras en torno suyo
andan y con hachas le acometen, como leñadores.
23 Talaron su selva - oráculo de Yahveh - porque era impenetrable,
pues eran más numerosos que la langosta, y no se les podía contar.
24 Han puesto en vergüenza a la hija de Egipto: ha sido entregada al
pueblo del norte.
25 Dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo visito a
Amón de No, a Faraón y a Egipto y a sus dioses y reyes, a Faraón y a los
que confían en él,
26 y los pongo en manos de los que buscan su muerte, en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus siervos; tras de
lo
cual será repoblado como antaño - oráculo de Yahveh.
27 Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel, pues mira
que yo acudo a salvarte desde lejos y a tu linaje del país de su cautiverio;
volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no habrá quien le inquiete.
28 Tú no temas, siervo mío Jacob, - oráculo de Yahveh - que contigo
estoy yo, pues acabaré con todas las naciones adonde te empujé, pero
contigo no acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune
no te dejaré.