5 La cuesta de Lujit, llorando se la suben, y a la bajada de Joronáyim
gritos desgarrados se oyen.
6 «Huid, poneos en salvo, haced como el onagro en el desierto.»
7 En réplica a tu confianza en tus obras y tus tesoros, también tú eres
tomada, y sale Kemós desterrado, sus sacerdotes y jefes a una,
8 Viene el devastador a todas las ciudades, y ni una ciudad se salva. Y
se pierde el valle, y es asolada la meseta: tal ha dicho Yahveh.
9 Dad alas, a Moab, porque ha de salir volando, y sus ciudades se
volverán desolación sin nadie que las habite.
10 (Maldito quien haga el trabajo de Yahveh con dejadez, y maldito el
que prive a sus espada de sangre).
11 Tranquilo estaba Moab desde su mocedad, y quieto se estaba en sus
atalayas. Nunca fue trasegado, ni al destierro marchó. Por eso le duraba su
gusto, y su sabor no se picó.