1 ¡Quién me diese en el desierto una posada de caminantes, para poder
dejar a mi pueblo y alejarme de su compañía! Porque todos ellos son
adúlteros, un hatajo de traidores
2 que tienden su lengua como un arco. Es la mentira, que no la verdad,
lo que prevalece en esta tierra. Van de mal en peor, y a Yahveh desconocen.
3 ¡Que cada cual se guarde de su prójimo!, ¡desconfiad de cualquier
hermano!, porque todo hermano pone la zancadilla, y todo prójimo propala
la calumnia.
4 Se engañan unos a otros, no dicen la verdad; han avezado sus
lenguas a mentir, se han pervertido, incapaces
5 de convertirse. Fraude por fraude, engaño por engaño, se niegan a
reconocer a Yahveh.
6 Por ende, así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo voy a afinarlos y
probarlos; mas ¿cómo haré para tratar a la hija de mi pueblo?
7 Su lengua es saeta mortífera, las palabras de su boca, embusteras. Se
saluda al prójimo, pero por dentro se le pone celada.
8 Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? - oráculo de Yahveh -,