17 ¡Pronto! que entonen por nosotros una lamentación. Dejen caer
lágrimas nuestros ojos, y nuestros párpados den curso al llanto.
18 Sí, una lamentación se deja oír desde Sión: «¡Ay, que somos
saqueados!, ¡qué vergüenza tan grande, que se nos hace dejar nuestra tierra,
han derruido nuestros hogares!»
19 Oíd, pues, mujeres, la palabra de Yahveh; reciba vuestro oído la
palabra de su boca: Enseñad a vuestras hijas esta lamentación, y las unas a
las otras esta elegía:
20 «La muerte ha trepado por nuestras ventanas, ha entrado en
nuestros palacios, barriendo de la calle al chiquillo, a los mozos
de las
plazas.
21 ¡Habla! Tal es el oráculo de Yahveh: Los cadáveres humanos
yacen como boñigas por el campo, como manojos detrás del segador, y no
hay quien los reúna.»
22 Así dice Yahveh: No se alabe el sabio por su sabiduría, ni se alabe
el valiente por su valentía, ni se alabe el rico por su riqueza;
23 mas en esto se alabe quien se alabare: en tener seso y conocerme,
por que yo soy Yahveh, que hago merced, derecho y justicia sobre la tierra,
porque en eso me complazco - oráculo de Yahveh -.
24 He aquí que vienen días - oráculo de Yahveh - en que he de visitar
a todo circuncidado que sólo lo sea en su carne:
25 a Egipto, Judá, Edom y a los hijos de Ammón, a Moab, y a todos
los de sien rapada, los que moran en el desierto. Porque todas estas gentes
lo son. Pero también los de la casa de Israel son incircuncisos de corazón.