7 Su lengua es saeta mortífera, las palabras de su boca, embusteras. Se
saluda al prójimo, pero por dentro se le pone celada.
8 Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? - oráculo de Yahveh -,
¿de una nación así no se vengará mi alma?
9 Alzo sobre los montes lloro y lamento, y una elegía por las dehesas
del desierto, porque han sido incendiadas; nadie pasa por allí, y no se oyen
los gritos del ganado. Desde las aves del cielo hasta las bestias, todas han
huido, se han marchado.
10 Voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, guarida de
chacales, y de las ciudades de Judá haré una soledad sin ningún habitante.
11 ¿Quién es el sabio?, pues que entienda esto; a quién ha hablado la
boca de Yahveh?, pues que lo diga; ¿por qué el país se ha perdido,
incendiado como el desierto donde no pasa nadie?
12 Yahveh lo ha dicho: Es que han abandonado mi Ley que yo les
propuse, y no han escuchado mi voz ni la han seguido;
13 sino que han ido en pos de la inclinación de sus corazones tercos,
en pos de los Baales que sus padres les enseñaron.
14 Por eso, así dice Yahveh Sebaot, el dios de Israel: He aquí que voy
a dar de comer a este pueblo ajenjo y les voy a dar de beber
agua
emponzoñada.