3 agotado por el hambre y la penuria. Roían las raíces de la
estepa,
lugar sombrío de ruina y soledad.
4 Recogían armuelle por los matorrales, eran su pan raíces de retama.
5 De entre los hombres estaban expulsados, tras ellos se gritaba como
tras un ladrón.
6 Moraban en las escarpas de los torrentes, en las grietas del suelo y
de las rocas.
7 Entre los matorrales rebuznaban, se apretaban bajo los espinos.
8 Hijos de abyección, sí, ralea sin nombre, echados a latigazos del
país.
9 ¡Y ahora soy yo la copla de ellos, el blanco de sus chismes!
10 Horrorizados de mí, se quedan a distancia, y sin reparo a la cara me
escupen.
11 Porque él ha soltado mi cuerda y me maltrata, ya tiran todo freno
ante mí.
12 Una ralea se alza a mi derecha, exploran si me encuentro tranquilo,
y abren hacia mí sus caminos siniestros.
13 Mi sendero han destruido, para perderme se ayudan, y nada les
detiene;
14 como por ancha brecha irrumpen, se han escurrido bajo los
escombros.
15 Los terrores se vuelven contra mí, como el viento mi dignidad es
arrastrada; como una nube ha pasado mi ventura.
16 Y ahora en mí se derrama mi alma, me atenazan días de aflicción.
17 De noche traspasa el mal mis huesos, y no duermen las llagas que
me roen.
18 Con violencia agarra él mi vestido, me aferra como el cuello de mi
túnica.
19 Me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza.
20 Grito hacia ti y tú no me respondes, me presento y no me haces
caso.
21 Te has vuelto cruel para conmigo, tu mano vigorosa en mí se ceba.
22 Me llevas a caballo sobre el viento, me zarandeas con la tempestad.
23 Pues bien sé que a la muerte me conduces, al lugar de cita de todo
ser viviente.
24 Y sin embargo, ¿he vuelto yo la mano contra el pobre, cuando en
su angustia justicia reclamaba?
25 ¿No he llorado por el que vive en estrechez? ¿no se ha apiadado mi
alma del mendigo?
26 Yo esperaba la dicha, y llegó la desgracia, aguardaba la luz, y llegó
la oscuridad.
27 Me hierven las entrañas sin descanso, me han alcanzado días de
aflicción.
28 Sin haber sol, ando renegrido, me he levantado en la asamblea, sólo
para gritar.
29 Me he hecho hermano de chacales y compañero de avestruces.
30 Mi piel se ha ennegrecido sobre mí, mis huesos se han quemado
por la fiebre.
31 ¡Mi cítara sólo ha servido para el duelo, mi flauta para la voz de
plañidores!