...la Biblia de Jerusalén
Job 31, 29-35
29 ¿Del infortunio de mi enemigo me alegré, me gocé de que el mal le
alcanzara?
30 ¡Yo que no permitía a mi lengua pecar reclamando su vida con una
maldición!
31 ¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya
hartado con su carne?»
32 El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta
al caminante.
33 ¿He disimulado mis culpas a los hombres, ocultando en mi seno mi
pecado,
34 porque temiera el rumor público, o el desprecio de las gentes me
asustara, hasta quedar callado sin atreverme a salir mi puerta?
35 ¡Oh! ¿quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra:
¡respóndame Sadday! El libelo que haya escrito mi adversario