...la Biblia de Jerusalén
Job 31, 7-35
7 Si mis pasos del camino se extraviaron, si tras mis ojos fue mi
corazón, si a mis manos se adhiere alguna mancha,
8 ¡coma otro lo que yo sembré, y sean arrancados mis retoños!
9 Si mi corazón fue seducido por mujer, si he fisgado a la puerta de mi
prójimo,
10 ¡muela para otro mi mujer, y otros se encorven sobre ella!
11 Pues sería ello una impudicia, un crimen a justicia sujeto;
12 sería fuego que devora hasta la Perdición y que consumiría toda mi
hacienda.
13 Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, en sus
pleitos conmigo,
14 ¿qué podré hacer cuando Dios se levante? cuando él investigue,
¿qué responderé?
15 ¿No los hizo él, igual que a mí, en el vientre? ¿no nos formó en el
seno uno mismo?
16 Me he negado al deseo de los débiles? ¿dejé desfallecer los ojos de
la viuda?
17 ¿Comí solo mi pedazo de pan, sin compartirlo con el huérfano?
18 ¡Siendo así que desde mi infancia me crió él como un padre, me
guió desde el seno materno!
19 ¿He visto a un miserable sin vestido, a algún pobre desnudo,
20 sin que en lo íntimo de su ser me bendijera, y del vellón de
mis
corderos se haya calentado?
21 Si he alzado mi mano contra un huérfano, por sentirme respaldado
en la Puerta,
22 ¡mi espalda se separe de mi nuca, y mi brazo del hombro se
desgaje!
23 Pues el terror de Dios caería sobre mí, y ante su majestad no podría
tenerme.
24 ¿He hecho del oro mi confianza, o he dicho al oro fino: «Tú, mi
seguridad»?
25 ¿Me he complacido en la abundancia de mis bienes, en que mi
mano había ganado mucho?
26 ¿Acaso, al ver el sol cómo brillaba, y la luna que marchaba
radiante,
27 mi corazón, en secreto, se dejó seducir para enviarles un beso con
la mano?
28 También hubiera sido una falta criminal, por haber renegado del
Dios de lo alto.
29 ¿Del infortunio de mi enemigo me alegré, me gocé de que el mal le
alcanzara?
30 ¡Yo que no permitía a mi lengua pecar reclamando su vida con una
maldición!
31 ¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya
hartado con su carne?»
32 El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta
al caminante.
33 ¿He disimulado mis culpas a los hombres, ocultando en mi seno mi
pecado,
34 porque temiera el rumor público, o el desprecio de las gentes me
asustara, hasta quedar callado sin atreverme a salir mi puerta?
35 ¡Oh! ¿quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra:
¡respóndame Sadday! El libelo que haya escrito mi adversario