...la Biblia de Jerusalén
Job 33, 2-24
2 Ya ves que he abierto mi boca, en mi paladar habla mi lengua.
3 Mi corazón dará palabras cuerdas, la pura verdad dirán mis labios.
4 El soplo de Dios me hizo, me animó el aliento de Sadday.
5 Si eres capaz, replícame, ¡alerta, ponte en guardia ante mí!
6 Mira, soy como tú, no soy un dios, también yo de arcilla fui
plasmado.
7 Por eso mi terror no te ha de espantar, no pesará mi mano sobre ti.
8 No has hecho más que decir a mis propios oídos, - pues he oído el
son de tus palabras -:
9 «Puro soy, sin delito; limpio estoy, no hay culpa en mí.
10 Pero él inventa contra mí pretextos, y me reputa como su enemigo;
11 mis pies pone en el cepo, espía todas mis sendas.»
12 Pues bien, respondo, en esto no tienes razón, porque Dios es más
grande que el hombre.
13 ¿Por qué te querellas tú con él porque no responda a todas tus
palabras?
14 Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso.
15 En sueños, en visión nocturna, cuando un letargo cae sobre los
hombres, mientras están dormidos en su lecho,
16 entonces abre él el oído de los hombres, y con sus apariciones les
espanta,
17 para apartar al hombre de sus obras y acabar con su orgullo de
varón,
18 para librar su alma de la fosa y su vida de pasar el Canal.
19 También es corregido por el dolor en su camilla, por el temblor
continuo de sus huesos,
20 cuando a su vida el alimento asquea y a su alma los manjares
exquisitos,
21 cuando su carne desaparece de la vista, y sus huesos, que no se
veían, aparecen;
22 cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los
muertos.
23 Si hay entonces junto a él un Ángel, un Mediador escogido entre
mil, que declare al hombre su deber,
24 que de él se apiade y diga: «Líbrale de bajar a la fosa, yo he
encontrado el rescate de su alma»,