2 Escuchad, sabios, mis palabras, vosotros los doctos, dadme oídos.
3 Porque el oído aprecia las palabras, como el paladar gusta los
manjares.
4 Decidamos entre nosotros lo que es justo, sepamos juntos lo que es
bueno.
5 Pues Job ha dicho: «Yo soy justo, pero Dios me quita mi derecho;
6 mi juez se muestra cruel para conmigo, mi llaga es incurable,
aunque no tengo culpa.»
7 ¿Qué hombre hay como Job, que bebe el sarcasmo como agua,
8 que anda en compañía de malhechores, y camina con malvados?
9 Pues él ha dicho: «Nada gana el hombre con buscar el agrado de
Dios.»
10 Así pues, escuchadme, como hombres sensatos. Lejos de Dios el
mal, de Sadday la injusticia;
11 que la obra del hombre, él se la paga, y según su conducta trata a
cada uno.
12 En verdad, Dios no hace el mal, no tuerce el derecho Sadday.
13 ¿Quién, si no, le confió la tierra, quién le encargó del mundo
entero?
14 Si él retirara a sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo,
15 a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería.
16 Si tienes inteligencia, escucha esto, presta oído al son de mis
palabras.
17 ¿Podría gobernar un enemigo del derecho? ¿al Justo poderoso vas a
condenar?
18 ¡Aquel que dice a un rey: «¡Inútil!», «¡Malvados!» a los nobles,
19 que no hace acepción de príncipes, ni prefiere al grande sobre el
débil, ¡pues todos son obra de sus manos!
20 Mueren ellos de repente a media noche, perecen los grandes y
pasan, y él depone a un tirano sin esfuerzo.
21 Pues sus ojos vigilan los caminos del hombre, todos sus pasos
observa.
22 No hay tinieblas ni sombra donde ocultarse los agentes del mal.
23 No asigna él un plazo al hombre para que a juicio se presente ante
Dios.
24 Quebranta a los grandes sin examen, y pone a otros en su sitio.
25 Es que él conoce sus acciones, de noche los sacude y se les pisa.
26 Como a criminales los azota, en lugar público los encadena,
27 porque se apartaron de su seguimiento, y no comprendieron todos
sus caminos,
28 hasta hacer llegar a él el gemido del débil y hacerle oír el clamor de
los humildes.
29 Mas si él sigue inmóvil, sin que nadie le perturbe, si vela su faz, sin
que nadie le perciba, es que se apiada de naciones e individuos,