...la Biblia de Jerusalén
Job 9, 17-33
17 ¡El, que me aplasta por un pelo, que multiplica sin razón mis
heridas,
18 y ni aliento recobrar me deja, sino que me harta de amargura!
19 Si se trata de fuerza, ¡es él el Poderoso! Si de justicia, ¿quién le
emplazará?
20 Si me creo justo, su boca me condena, si intachable, me declara
perverso.
21 ¿Soy intachable? ¡Ni yo mismo me conozco, y desprecio mi vida!
22 Pero todo da igual, y por eso digo: él extermina al intachable y al
malvado.
23 Si un azote acarrea la muerte de improviso, él se ríe de la angustia
de los inocentes.
24 En un país sujeto al poder de un malvado, él pone un velo en
el
rostro de sus jueces: si no es él, ¿quién puede ser?
25 Mis días han sido más raudos que un correo, se han ido sin ver la
dicha.
26 Se han deslizado lo mismo que canoas de junco, como águila que
cae sobre la presa.
27 Si digo: «Voy a olvidar mis quejas, mudaré de semblante para
ponerme alegre»,
28 me asalta el temor de todos mis pesares, pues sé que tú no me
tendrás por inocente.
29 Y si me he hecho culpable, ¿para qué voy a fatigarme en vano?
30 Aunque me lave con jabón, y limpie mis manos con lejía,
31 tú me hundes en el lodo, y mis propios vestidos tienen horror de
mí.
32 Que él no es un hombre como yo, para que le responda, para
comparecer juntos en juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano entre los dos,