17 Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros de
Yahveh, y digan: «¡Perdona, Yahveh, a tu pueblo, y no entregues tu
heredad al oprobio a la irrisión de las naciones! ¿Por qué se ha
de decir
entre los pueblos: ¿Dónde está su Dios?»
18 Y Yahveh se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo.
19 Respondió Yahveh y dijo a su pueblo: «He aquí que yo os envío
grano, mosto y aceite virgen: os hartaréis de ello, y no os entregaré más al
oprobio de las naciones.
20 Al que viene del Norte le alejaré de vosotros, y le echaré hacia una
tierra de aridez y desolación: su vanguardia hacia el mar oriental, hacia el
mar occidental su retaguardia. Y subirá su hedor, y subirá su
fetidez».
(¡Porque él hace grandezas!)
21 No temas, suelo, jubila y regocíjate, porque Yahveh hace
grandezas.
22 No temáis, bestias del campo, porque ya reverdecen los pastizales
del desierto, los árboles producen su fruto, la higuera y la vid
dan su
riqueza.
23 ¡Hijos de Sión, jubilad, alegraos en Yahveh vuestro Dios! Porque
él os da la lluvia de otoño, con justa medida, y hace caer para
vosotros
aguacero de otoño y primavera como antaño.