2 y les dijo: «Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo
de Yahveh, y habéis atendido a mis órdenes siempre que os he mandado
algo.
3 No habéis abandonado a vuestros hermanos durante tan largo tiempo
hasta el día de hoy; habéis cumplido la orden que os encomendó Yahveh
vuestro Dios.
4 Ahora Yahveh vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el
descanso que les había prometido. Volveos, pues, e id a vuestras tiendas, a
la tierra de vuestra propiedad, la que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al
otro lado del Jordán.
5 Únicamente preocupaos de guardar el mandato y la Ley que os dio
Moisés, siervo de Yahveh: que améis a Yahveh vuestro Dios, que sigáis
siempre sus caminos, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis
unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.»
6 Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.
7 Moisés había dado a la media tribu de Manasés su parte en Basán; a
la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, al lado
occidental del
Jordán. Cuando los mandó Josué a sus tiendas, les dio la bendición
8 y les dijo: «Volvéis a vuestras tiendas con grandes riquezas, rebaños
numerosos, plata, oro, bronce, hierro y gran cantidad de vestidos; repartid
con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos.»
9 Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, se
volvieron y dejaron a los israelitas en Silo, en la tierra de
Canaán, para
volver a la tierra de Galaad, tierra de su propiedad donde se habían
establecido según la orden de Yahveh dada por medio de Moisés.
10 Cuando llegaron a los círculos de piedras del Jordán, en tierra de
Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron
allí un altar a orillas del Jordán, un altar de grandioso aspecto.
11 Se enteraron los israelitas y dijeron: «Mirad, los rubenitas, los
gaditas y la media tribu de Manasés han levantado ese altar, frente al país
de Canaán, junto a los círculos de piedras del Jordán, del lado de
los
israelitas.»
12 Al oír esto los israelitas, se reunió en Silo toda la comunidad de los
israelitas para hacerles guerra.
13 Los israelitas enviaron donde los rubenitas, los gaditas y la media
tribu de Manasés, al país de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar
14 y a diez principales con él, un principal por cada familia, por cada
tribu de Israel: cada uno de ellos era cabeza de su familia en los clanes de
Israel.
15 Cuando llegaron donde los rubenitas, los rubenitas, los gaditas y la
media tribu de Manasés, al país de Galaad, les hablaron así:
16 «Esto ha dicho toda la comunidad de Yahveh: ¿Qué significa esa
prevaricación que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy
de Yahveh, al construiros un altar, rebelándoos hoy contra Yahveh?
17 «¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, del que hoy todavía
no hemos acabado de purificarnos, a pesar de que vino la plaga
sobre la
comunidad de Yahveh?
18 Si vosotros hoy os apartáis de Yahveh, hoy os rebeláis vosotros
contra Yahveh, y mañana se encenderá él contra toda la comunidad de
Israel.
19 «Ahora bien, si nos parece impura vuestra propiedad, pasad a la
tierra de propiedad de Yahveh, donde ha fijado su morada, y
estableceos
entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni nos arrastréis
en
vuestra rebeldía al construiros un altar aparte del altar de Yahveh
nuestro
Dios.
20 ¿No prevaricó Akán, hijo de Zéraj, en el anatema, y la Cólera
alcanzó a toda la comunidad de Israel, aunque él no era más que un
solo
individuo? ¿No murió por su crimen?»
21 Respondieron los rubenitas, los gaditas y la media tribu
de
Manasés y dijeron a los jefes de los clanes de Israel:
22 «El Dios de los dioses, Yahveh, el Dios de los dioses, Yahveh, lo
sabe bien, y que lo sepa también Israel: si ha habido por nuestra
parte
rebelión o prevaricación contra Yahveh, que no nos salve hoy;
23 y si hemos levantado un altar para apartarnos de Yahveh y para
ofrecer en él holocausto y oblación o para hacer sobre él
sacrificios de
comunión, que Yahveh nos lo demande.
24 En verdad, lo hemos hecho así por preocupación y razonadamente,
diciéndonos: El día de mañana podrían decir vuestros hijos a los nuestros:
“¿Qué tenéis que ver vosotros con Yahveh el Dios de Israel?
25 Yahveh ha puesto entre nosotros y vosotros, rubenitas y gaditas, la
frontera del Jordán. No tenéis parte con Yahveh.” Así vuestros hijos harían
que nuestros hijos dejaran de temer a Yahveh.
26 «Y nos hemos dicho: Vamos a construir este altar, pero no para
holocaustos, ni sacrificios,
27 sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros y entre nuestros
descendientes después de nosotros, de que rendimos culto a Yahveh en su
presencia con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios
de comunión. Así no podrán decir mañana vuestros hijos a los
nuestros:
“No tenéis parte con Yahveh.”
28 No hemos dicho: Si llega a suceder que nos hablen así a nosotros o
el día de mañana a nuestros descendientes, les podremos responder: “Mirad
la edificación del altar de Yahveh que hicieron nuestros padres, no
para
ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino como testigo entre nosotros y
vosotros.”
29 Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su
servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones
o
sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante
de su morada.»
30 Cuando el sacerdote Pinjás, los principales de la comunidad y los
jefes de los clanes de Israel que le acompañaban, oyeron las palabras
pronunciadas por los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien.
31 Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, los
gaditas y los manasitas: «Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de
nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él. Así
habéis salvado a los israelitas de la mano de Yahveh.»
32 El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los principales, dejando a los
rubenitas y a los gaditas, volvieron del país de Galaad al de
Canaán, a
donde los israelitas, y les dieron la respuesta.
33 La cosa pareció bien a los israelitas: los israelitas dieron gracias a
Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el
territorio
habitado por los rubenitas y los gaditas.