26 «Y nos hemos dicho: Vamos a construir este altar, pero no para
holocaustos, ni sacrificios,
27 sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros y entre nuestros
descendientes después de nosotros, de que rendimos culto a Yahveh en su
presencia con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios
de comunión. Así no podrán decir mañana vuestros hijos a los
nuestros:
“No tenéis parte con Yahveh.”
28 No hemos dicho: Si llega a suceder que nos hablen así a nosotros o
el día de mañana a nuestros descendientes, les podremos responder: “Mirad
la edificación del altar de Yahveh que hicieron nuestros padres, no
para
ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino como testigo entre nosotros y
vosotros.”
29 Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su
servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones
o
sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante
de su morada.»
30 Cuando el sacerdote Pinjás, los principales de la comunidad y los
jefes de los clanes de Israel que le acompañaban, oyeron las palabras
pronunciadas por los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien.
31 Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, los
gaditas y los manasitas: «Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de
nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él. Así
habéis salvado a los israelitas de la mano de Yahveh.»
32 El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los principales, dejando a los
rubenitas y a los gaditas, volvieron del país de Galaad al de
Canaán, a
donde los israelitas, y les dieron la respuesta.
33 La cosa pareció bien a los israelitas: los israelitas dieron gracias a
Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el
territorio
habitado por los rubenitas y los gaditas.
34 Los rubenitas y gaditas llamaron al altar..., porque decían: «Será
testigo entre nosotros de que Yahveh es Dios.»