...la Biblia de Jerusalén
Juan 11, 38-52
38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al
sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39 Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del
muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.»
40 Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria
de
Dios?»
41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto
y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos
que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»
43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!»
44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el
rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»
45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo
que había hecho, creyeron en él.
46 Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo
que había hecho Jesús.
47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y
decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales.
48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los
romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.»
49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año,
les dijo: «Vosotros no sabéis nada,
50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el
pueblo y no perezca toda la nación.»
51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo
Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación
52 - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a
los
hijos de Dios que estaban dispersos.