9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he
perdido a ninguno.»
10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al
siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba
Malco.
11 Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me
ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
12 Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos
prendieron a Jesús, le ataron
13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el
Sumo Sacerdote de aquel año.
14 Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un
solo hombre por el pueblo.
15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era
conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo
Sacerdote,
16 mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió
el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo
pasar a Pedro.