14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre,
15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está
juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para
que no sean censuradas sus obras.
21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de
manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»
22 Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y
allí se estaba con ellos y bautizaba.
23 Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque
había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba.
24 Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.
25 Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío
acerca de la purificación.
26 Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba
contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está
bautizando y todos se van a él.»
27 Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del
cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el
Cristo, sino que he sido enviado delante de él.”
29 El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que
asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es,
pues, mi
alegría, que ha alcanzado su plenitud.