2 Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has
venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que
tú realizas si Dios no está con él.»
3 Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca
de lo alto no puede ver el Reino de Dios.»
4 Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?
¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?»
5 Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de
agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
6 Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.
7 No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto.
8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»
9 Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?»
10 Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas
cosas?
11 «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no
aceptáis nuestro testimonio.
12 Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os
digo cosas del cielo?
13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo
del
hombre.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre,
15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está
juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.