8 El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel
y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor
había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.
9 En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo:
«Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel,
tú la
suprema gloria de nuestra raza.