7 ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña
que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los
atacantes por la
angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.
8 Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y
del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en
Jerusalén.
9 Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con
gran fervor se humillaron;
10 y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros
residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.
11 Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en
Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus
cabezas y
extendieron las manos ante el Señor.
12 Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una,
al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al
pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la
profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.
13 El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días
en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.
14 El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del
Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían
el
holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo,