12 Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas
incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.
13 Dios secó a su paso el mar Rojo,
14 y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a
todos los moradores del desierto,
15 se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la
fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la
montaña,
16 expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los
siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.
17 Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad,
porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.
18 Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto,
fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a
tierra
extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder
de sus adversarios.
19 Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los
diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión
de
Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han estabecido en la
montaña que había quedado desierta.
20 Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si
han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina,
subamos y ataquémoslos.
21 Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no
sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros
la irrisión de toda la tierra.»
22 En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un
murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y
los
magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de
despedazarle.